Poética de la relación, de Édouard Glissant, es una de las novedades de la Editorial UNQ. Para entender un poco de qué trata el libro compartimos fragmentos de "Algunas reflexiones sobre la Poética de la Relación de Édouard Glissant", de Patricia Mazeau de Fonseca, de la Universidad de Pamplona.  

"Édouard Glissant ha dedicado vida y obra a plasmar una obsesión: la resistencia a todo tipo de dogmatismo. Frente a las manifestaciones actuales de las culturas atávicas, como la imposición de la globalización, el auge del neoliberalismo económico (facilitado por el mito del Uno) y, peor aún, el terrorismo ligado a una especie de inmersión peligrosa dentro de la religiosidad; Glissant reflexiona sobre los males de nuestro mundo a partir de la experiencia inédita del Caribe y despliega toda una “maquinaria de guerra”, es decir, repeticiones, en el sentido deleuziano, para hacer renunciar a los pueblos a la mentalidad y al imaginario estimulados por una concepción identitaria de la raíz única. (…)

Según Glissant, existen dos formas de cultura: las culturas atávicas y las culturas compuestas. Las primeras sintieron la necesidad de apoyarse en el Mito de la Creación del Mundo pero, explica él, hay en el mito una violencia escondida que se adhiere a la túnica de la filiación y que recusa en absoluto la existencia del Otro como elemento de la Relación (…). Las culturas compuestas no han tenido la oportunidad de crear una Génesis, puesto que son culturas nacidas de la historia. Glissant usa una palabra de su invención, digénesis, para hacer referencia a la gestación de esas culturas que tuvieron por vientre el barco negrero y que han descubierto el mundo en la sangre y el terror.(…)

Para asegurar su expansión, las culturas atávicas se han aprovechado de una especie de estupor de sacralidad, del concepto de una identidad basada sobre la exclusividad y la exclusión. (…) Los libros fundadores enseñan que la dimensión de lo sagrado no es otra cosa que la profundización del misterio de la raíz. El judaísmo, la cristiandad, el Islam, parten de la misma creencia en una verdad revelada. (…) Frente a esta armazón del pensamiento único, de la raíz única, los pensamientos de sistema quedan impotentes, porque terminan dentro de otras formas de absoluto. Sólo un cambio dentro de nuestras poéticas, es decir, nuestros imaginarios, nos llevará, según Glissant, a pensar el mundo dentro del respeto a la diferencia y a la diversidad. (…)

Contrariamente a lo que pasa en los mitos fundadores, esos mitos de la creación del mundo dónde el territorio ha sido dado a un pueblo elegido por sus dioses y es transmitido en posesión legítima a los descendientes, se ve en la historia de las Antillas una ruptura de la filiación. En consecuencia, de acuerdo a estos mitos, el pueblo antillano es ilegítimo, su génesis es el barco negrero. No se trata de una génesis sino de una digénesis, es decir, de un nacimiento a partir del cual uno puede divergir. Por lo tanto, Glissant ve una urgencia en la invención de su propio modelo de lugar. Evidentemente, éste no es occidental, no corresponde al territorio del estado–nación. Según él, el modelo es el del lugar digénico, el del lugar relacional, el del lugar en expansión espiritual y no en expansión de conquista y de territorio. Según Glissant, el lugar es como el rizoma, está compuesto de entradas y sentidos múltiples.

(…) El objetivo de Glissant es el de llevarnos a pensar y a vivir de otra forma esos contactos que desafortunadamente no son siempre armoniosos, que pueden recaer en la violencia, el miedo hacia el Otro. Los antillanos han conocido o son los descendientes de aquellos que conocieron esta violencia y ellos saben que a través de estos choques pueden surgir nuevos discursos. En efecto, ellos descienden a la vez de África, de Europa, de la India y de Asia. Su identidad y su cultura debe pensarse bajo modalidades dialógicas y paradójicas que desembocan en un mestizaje, Así pues, Édouard Glissant intenta incitar a través de los imaginarios, una cultura de la Relación. Incansable, despliega todos los argumentos posibles para hacernos comprender que no se trata de tolerar al Otro a condición de que se nos parezca o que acepte vivir y pensar como nosotros, sino que de hecho podamos vivir con el Otro y respetar “su opacidad”. La palabra creolización viene por supuesto de eso que llamamos el creol, esa realidad compuesta de elementos lingüísticos heterogéneos que nació en el universo cerrado de la plantación.

Cuando Glissant escribe en la Poética de la Relación: Je vous présente la créolisation comme une offrande, no se trata simplemente de crear una lengua plena de sutilezas para engañar al opresor, sino más bien, de proclamar un modo de enmarañamiento, la desmedida de la medida del barroco. En el Traité du tout Monde, explica: Yo llamo creolización al encuentro, la interferencia, el choque, las armonías y las desarmonías entre las culturas, en la totalidad realizada del mundo –tierra."

Ficha del libro y link de compra: http://bit.ly/2ktrWMT