Apenas iniciado el siglo XX “la imagen del inmigrante en la sociedad argentina se va transformando. De la simpatía por los extranjeros, juzgados más trabajadores, ahorrativos y cultos que los nativos, se pasa a la desconfianza. Las virtudes se transforman en defectos: los recién llegados pasan a ser ávidos, materialistas, introductores de ideas peligrosas. En este vuelco que se percibe en la prensa, la literatura, la ensayística, en los debates parlamentarios, desempeña un papel decisivo el escenario de la ciudad, teatro de luchas sociales, de historias de miseria, criminalidad, enfermedad. Sobre todo, es la capital la que aparece ante los contemporáneos como un lugar peligroso, una Babel, de la cual no había surgido ‘brillante y nítida la nacionalidad latinoamericana’, como lo esperara uno de los fundadores de la Argentina, J. B. Alberdi”, sostiene la autora, que reflexiona desde distintos prismas sobre la inmigración, la criminalidad y el racismo en la Argentina durante cuatro décadas, que se extienden desde los tiempos del Centenario hasta la década de 1940.
En la primera parte de este libro se estudian los distintos aspectos de la “cuestión criminal” hasta mediados del siglo XX. El hampa urbana y sus protagonistas (los lunfardos, culpables de robos, estafas, prostitución) ocupan el centro del análisis. En la segunda parte se examinan los proyectos destinados a resolver -desde adentro- el problema de la “cantidad” y de la “calidad” de la población. El análisis histórico se sitúa entre las dos guerras, cuando se opera la restricción de las corrientes europeas de mano de obra dirigidas hacia Sudamérica y se fortalece el pesimismo sobre la inmigración y sus efectos indeseados, lo que empuja a las clases dirigentes argentinas a favorecer la natalidad y el mejoramiento de las condiciones socio-sanitarias del país. Son épocas de temor a la inmigración y de fortalecimiento de la idea de una nueva “raza argentina”. Por último, la autora analiza a los nativos marginales, es decir, “a los excluidos de las políticas inmigratorias y de aquellas que favorecían el crecimiento natural de la población: los indios”, a quienes la élite argentina no reservaba ningún lugar en “la construcción étnica” de la nación. Así, el libro logra tender un puente entre los marginados por la élite dirigente argentina: gringos e indios.